22 February, 2010
…PORQUE UN EJECUTIVO DE ALTURA NO TIENE FIGURA SIN SU CELULAR…
En este momento en el que la tecnología nos sorprende día a día y en cierta medida se vuelve más accesible, resultaría difícil que alguno de nosotros lográramos concebir la vida sin un teléfono celular. Situación que inmediatamente me lleva a reflexionar sobre el origen y gran estallido de toda esta nueva revolución tecnológica que vivimos hoy en día y me obliga a pensar realmente que tan necesarias e indispensables son algunas de estas cosas tecnológicas. Está claro que el teléfono celular nos vino a facilitar en mucho las comunicaciones, nos permite cierta movilidad y localización, una comunicación constante y dinámica; todo un fenómeno cuando se empezó a desarrollar; en el mundo laboral sobre todo el empresarial y el gubernamental fue haciéndose cada vez más recurrente su uso hasta llegar a ser lo que hoy en día es…un infaltable, hay cosas que a nadie se le olvidan y esas son ponerse los zapatos y llevar consigo su celular; los niños creen que siempre han existido, es un regalo recurrente y de lo más normal para ellos y en muchos de los casos el juguete preferido.
En los adultos la situación no cambia mucho que digamos, ya que de igual manera el uso que se le están dando a los teléfonos celulares es el de entretenimiento y diversión, y más ahora con esta enorme tendencia de las redes sociales que a través de los nuevos teléfonos inteligentes las tenemos más a la mano. Me voy a leer muy comercial, sin embargo de alguna manera así es, traemos un mundo en la palma de nuestra mano: telefonía, radio, música, cámara fotográfica, grabadora de voz, cámara de videograbación, gps, video juegos, calculadora, reloj, despertador, calendario, etc, etc, etc. Un auténtico todo en uno, ¡que navaja de Mac Gyver ni que nada!
Ahora bien, la evolución que ha tenido este instrumento tecnológico de verdad es digna de reflexionar, y me refiero a la evolución social y cultural. Pienso en un niño de 11 años enajenado por su celular, preferirá jugar con su teléfono todo el día que interactuar y recrearse a la “antigüita” con los demás niños de su cuadra o colonia, y no es que sea yo muy rufle o melancólico, sino que pues ¿cómo vamos a querer ser campeones del mundo en el llanero si nuestros morros no’más ya ni la cascara salen a echar?
En los adultos es aun más preocupante ver el síndrome de autismo colectivo que se da cuando por ejemplo vas en un carro, o estás en un restaurante y todos los comensales o todos los tripulantes, incluyendo el conductor, sacan al unísono sus telefonitos, perdiéndose y olvidándose así por un instante del mundo terrenal. ¡Qué gran contrariedad!, tejiendo redes sociales virtuales y a la vez rompiendo momentos de convivencia y unión; y cuando ya todo mundo mando su twett, o su mensajito pareciera que el momento ameno, minutos antes interrumpido abruptamente, regresa y alguien propone tomar una foto e inmortalizar el momento ameno y agradable, que buen gesto pudiera parecer, sin embargo la buena intención se diluye cuando la foto sólo sirve para darle sustento a un mensaje y ser subida a la red; pareciera como si las situaciones las viviéramos únicamente para poder comprobarlas y mostrarlas a la gente que personalmente no está con nosotros, restándole con ello importancia a la gente con la que estamos físicamente conviviendo o compartiendo un momento.
Y qué decir de los gps, si bien son una herramienta fascinante, pueden ser también detonadores de una severa inutilidad cerebral por parte de quien abusa de ellos; en unos años más no tendrá que sorprendernos el que las personas no diferencien los puntos cardinales, no sepan leer un mapa impreso, necesiten instrucciones hasta para ir a casa de sus familiares y amigos.
La pericia, ingenio, razonamiento lógico, improvisación, etc. Son algunas cualidades y características que las personas vamos perdiendo con el uso abusivo y en ocasiones innecesario que hacemos de ciertas tecnologías, también pueden orillar al aislamiento e individualismo, y ni que decir de la terrible deformación que le hacemos al idioma castellano cada vez que escribimos nuestros mensajitos por celular, el gran Cervantes se volvería a morir del horror.
Con todo esto no quiere decir que yo pretenda regresar a la época de piedra ni mucho menos, otros me reprocharán que critico algo que diariamente uso; aquí la cuestión y lo curioso es ver como algo que se inventó para comunicar, acercar y en esa razón actuar; al mismo tiempo está sufriendo una especie de mutación conduciéndonos al aislamiento e incapacidad para ciertas actividades, derivados de una excesiva dependencia.